Quiénes pasamos de los veinte, podemos recordar perfectamente como antes, en las fiestas de quince, los bailes del cole y otras actividades de la "agenda social", los tales maestros de ceremonias medio intentaban animar a la gente con pregunticas cliché como "¿Dónde están los manudos?" "¿Dónde están las solteras?"
Bueno, probablemente si transplantáramos esas preguntas a la realidad de 2011 (as opposed to 2001), el animador debería preguntar "¿Dónde están los que tienen Facebook?", para escuchar a la muchachada pegar un grito masivo. Y, para no caer en discriminación digital, luego debería emparejar con un "¿Y los que no tienen?", con el fin de revelar a los freaks del evento.
La metáfora anterior es quizá un poco exagerada pero, no obstante, lleva implícito el hecho de que actualmente tener una cuenta en Facebook es un supuesto de partida de los usuarios digitales. Es decir, lo "raro" es no tener, pues Facebook se ha convertido en una especie de pasaporte digital en la nómina humana de quienes tienen acceso y hacen uso de la comunicación digital. No tener es "raro" porque es visto casi como no tener celular hace unos cinco años, o no tener cuenta de email hace unos diez. Sin embargo, la naturaleza inminentemente social del Facebook, al menos en principio, lo estableció de entrada como un "Yes, I do" o un "Noooo way" a la interrogante de "¿Desea usted vivir en línea?"
Así, hubo quienes fueron de inmediato seducidos por la vitrina digital. Ver y dejarse ver era demasiada tentación para resistir. Asomarse, ya no por la mirilla, sino por la ventana o incluso la puerta, a la vida de los otros era una oportunidad de oro, y no justamente solo con familiares y amigos (excusa sempiterna para mantenerse loggeados), sino con la e-vida de todos aquellos que su radar deseaba chequear desde el anonimato tras el monitor. Depuis, la vida en línea. Sembrar y recoger (literalmente en Farmville) los frutos de la experiencia digital. Marchar en línea, reír en línea, amar en línea y, en algunos casos pioneros, matar en línea. "Facebook, luego existo".
Luego, estuvo el grupo que podríamos llamar "Pourquoi pas?", de aquellos que no vieron (ni ven) nada de malo en abrir su cuenta, pero que no hicieron de ella su tótem social. Esta casta flemática consideró "tuanis" abrir la cuenta para conectarse con los compas, en especial los del cole (aunque el cole fuera mucho más distante que un recuerdo), echarse ciertos vinazos estratégicos y poner las fotos corrongas de los viajes. Después de todo, ¿por qué no exhibir los éxitos alcanzados (bebés y medallas incluidos), pa que la gente sepa que no le ha ido tan mal a uno, ah?
Y, por último, los eternos "NOístas" (para emplear la terminología de un personaje tico de baja monta de cuyo nombre no quiero acordarme). Muchos de ellos, habitantes permanentes del NO. "¿Por qué no tenés FB?" "Ah, no sé. Porque NO". Sin mayor argumento, parecía casi un devaneo del ego el auto-proclamarse FB-escéptico. Luego, al incrementar exponencialmente la presencia de FB en "la vida de los otros", ese devaneo del ego comenzó a revestirse de razones. No tener era entonces, para muchos, resistirse al catálogo humano. Priorizar otras formas de contacto que no implican un "thumbs up" incluido. Socializar en contextos más fragantes, pues de lo poco que FB aún no logra, es reemplazar olores ni sabores.
Y así, comenzó también el mundo a desgranarse entre los "I like" y los "WTF?". La ola, por supuesto, ha sido arrolladoramente masiva a favor de los facebookianos, pues las organizaciones fueron rápidamente seducidas y, en la actualidad, es imposible pensar en un programa de tele, una tienda y hasta un partido político que se abstenga de decir las mágicas "Síganos en Facebook". Como punto máximo de la fiebre, hubo quienes incluso le quisieron dar el crédito a FB por la llamada "revolución de los jazmines", responsable del cambio de mando en Túnez, tras 24 años de poder autocrático, y de su efecto dominó en otras naciones árabes, especialmente Egipto, donde fue derrocada la dictadura de más de 30 años.
Entonces, comenzó a advertirse, especialmente en la academia, el peligro de magnificar los efectos de esta red. Intelectuales de varios sectores (NOístas, principalmente) han apuntado sus armas en contra de Facebook para desestimar su poder, anunciar sus peligros y predecir su declive (después de todo, ya existe Google Plus como tercer intento de competencia). A manera de ejemplo, Hervé Fischer, pensador franco-canadiense, afirmó recientemente en Argentina que "tenemos que denunciar el cinismo de Facebook y la ingenuidad de sus usuarios", sobre su tesis de que el respeto a una vida privada es pilar fundamental de la democracia. Entrevista completa de Hervé Fischer para El Clarín (Argentina)
Por eso, y en honor al hecho de que las autoras de este blog pertenecemos, respectivamente a los grupos de "SI Facebook" y "NO Facebook", quisimos proponer estos pensamientos como detonante de un pequeño debate al respecto. La pregunta sería, entonces, Facebook SI o Facebook NO, ¿vale la pena darle tal importancia dentro del sistema social, al grado de convertirlo en El Coco del mundo postmoderno?
En palabras de un viejo conocido de todos, "Oigamos la respuesta". Cambio y fuera.
Entonces, comenzó a advertirse, especialmente en la academia, el peligro de magnificar los efectos de esta red. Intelectuales de varios sectores (NOístas, principalmente) han apuntado sus armas en contra de Facebook para desestimar su poder, anunciar sus peligros y predecir su declive (después de todo, ya existe Google Plus como tercer intento de competencia). A manera de ejemplo, Hervé Fischer, pensador franco-canadiense, afirmó recientemente en Argentina que "tenemos que denunciar el cinismo de Facebook y la ingenuidad de sus usuarios", sobre su tesis de que el respeto a una vida privada es pilar fundamental de la democracia. Entrevista completa de Hervé Fischer para El Clarín (Argentina)
Por eso, y en honor al hecho de que las autoras de este blog pertenecemos, respectivamente a los grupos de "SI Facebook" y "NO Facebook", quisimos proponer estos pensamientos como detonante de un pequeño debate al respecto. La pregunta sería, entonces, Facebook SI o Facebook NO, ¿vale la pena darle tal importancia dentro del sistema social, al grado de convertirlo en El Coco del mundo postmoderno?
En palabras de un viejo conocido de todos, "Oigamos la respuesta". Cambio y fuera.